Publicado por Carmen Martín 6 de octubre de 2010

Sociedad en la Sicilia Tardoantigua




Estamos ante una sociedad de transición, cuyo mejor rasgo definitorio es el de complejidad. Son complejas las relaciones entre unos elementos y otros en el marco de una lucha ideológica entre lo viejo y lo nuevo, que se materializó mediante la oposición abierta entre los diversos grupos de poder político (grupo dirigente, Ejército e incluso algunos obispos) y el poder económico, representado por Estado, Iglesia y potentes. Estos enfrentamientos beneficiaron generalmente a los grandes propietarios y perjudicaron a los pobres, y especialmente al Estado.


Polarización social

La documentación de la época a penas refiere lo que hoy llamaríamos grupos sociales intermedios; sólo encontramos potentes y humiliores. Es evidente que la estratificación social fue mayor, pero debemos interpretar esto como una señal evidente de la polarización de la sociedad bajoimperial. En el Bajo Imperio Romano, ricos y pobres, en cuanto que categorías socioeconómicas, adquirieron plena significación, desde una perspectiva legal e incluso moral.

Los potentes no deben identificarse con los honestiores (que se definen por su honor, dignitas y su auctoritas, pero no por su riqueza). Los potentes deben su condición al poder económico que ostentan. Usaron con frecuencia su poder para oponerse a las exigencias de la administración romana, bien en provecho propio, bien en calidad de patronos, protegiendo a un humilior. Concentraron en sus manos tanto el poder económico como el político, si bien a niveles solamente regionales o locales.

Con respecto a los humiliores, observamos empobrecimiento general en la ciudad y el campo, merma de libertad de las masas por ataduras económicas, sociales y políticas. La esclavitud había perdido su significado como institución, debido a que también lo hizo el trabajo libre. Sin embargo, las leyes fueron equiparando a libres y esclavos, hasta el punto de que la diferencia dejó de existir de hecho.

Diocleciano provocó la vinculación formal del colono a la tierra por la exigencia de la capitatio, que necesitaba estabilidad en las unidades de explotación para su recaudación. Constantino, en 332 d.C., decretó la adscripción, y en 371 el colono pasó a ser usufructuario perpetuo de la tierra, a cuyo cultivo quedaron obligados por ley sus descendientes.

Con los cambios operados en la organización del trabajo agrícola y el modo de explotación del suelo los colonos arrendatarios se convirtieron en campesinos dependientes de la tierra, primero, y del propietario de la misma, después. Los colonos se convirtieron en possesores de la tierra, pero debido a la presión fiscal del Estado, el patrocinio (patronus y colonos) se generalizó. Los campesinos, buscando protección militar y la evasión de impuestos, entraban en dependencia con un Dominus fundi o patronus, de forma que estos últimos, potentes, ganaron fuerza para escapar al control del gobierno romano.

Los colonos, al dejar de ser propietarios, estaban exentos de pagar impuestos; esta responsabilidad recaía en el patronus. Sin embargo, él se encargaba de igualar la situación al aumentar la renta exigida para compensar. Caían en esta situación de dependencia (evidentemente desequilibrada) pequeños propietarios asfixiados por el fisco o presionados por la inseguridad fronteriza, pero también grupos urbanos sin trabajo. La extensión del patrocinio fue un duro golpe para el Imperio por la merma de tributos. Se elevó la presión fiscal allí donde no se practicaba el patrocinio, potenciando aun más el fenómeno.

Los potentes, en el s. III, ya se habían configurado como un nuevo poder, que escaparía cada vez más al control imperial. Ideológicamente, practicaban una moral de distancia social frente al resto, inferior. Y se hacía hincapié en ello constantemente; la ropa era claramente lujosa, de telas caras con emblemas y brocados de todo tipo, frente a la imagen clásica del noble, que expresaba su condición con una toga simple, austera. A este vestuario acompañaba un rígido código de comportamiento, que reforzaba esa imagen de lejanía a los ojos del resto.


Las villae

La mayor diferencia entre la villa altoimperial y la villa bajoimperial es que ésta ejerce de residencia permanente del propietario, su familia y el personal vinculado a la explotación de los terrenos circundantes. Supone el cambio de residencia de los potentes de la ciudad a las villae rurales. Así ocurre también con los colonos. Frente a los antiguos ciudadanos libres que trabajaban el campo pero vivían en la ciudad, ahora tenemos a colonos no propietarios que viven en el ámbito rural, alejados del control imperial. Como consecuencia, el domus se amplía con todos los elementos del otium característico de la vida urbana: biblioteca, termas, jardines, etc. Esta transformación fue progresiva y no uniforme. En general, se operó antes en las provincias occidentales. Los mercados comenzaron a surgir de forma importante cerca de las villae, convirtiéndose en centros económicos. Ausonio definió la villa como “urbs in rure”.

Sin embargo, no parece que en las villae se hayan instalado talleres de producción cerámica, lo que nos indica que pese a ser centros prácticamente autárquicos, aún era necesario un cierto comercio local o comarcal. Con respecto a la ciudad, si ésta no perdió todo su protagonismo político y administrativo hasta desaparecer, fue porque aun ejercía la función de sede eclesiástica. La Iglesia ocupó de facto el poder local de la ciudad.

Desde mediados del s. V las viejas formas dejaron de ser un freno para el desarrollo de las nuevas. Estos cambios, sobre todo en Occidente, propiciaron el paso hacia nuevas formas de poder, basadas en espacios políticos y económicos más reducidos: la villa, la aldea, la ciudad, la comunidad. Se formaron así las nuevas aristocracias de un Occidente que empezaba a configurarse ya a fines del s.V o comienzos del VI como Europa. Pero el cambio de los elementos socioeconómicos anteriores, el paso a un nuevo modelo de sociedad, se había dado ya en el Occidente tardorromano al configurarse nuevas relaciones de producción, no sólo en torno a elementos económicos, sino también a vínculos personales, extraeconómicos, que interfirieron las relaciones sociales entre los grupos de poder y los simples contribuyentes.


BIBLIOGRAFÍA

- GÉZA ALFÖLDY (1987), Historia social de Roma. Madrid Alianza
- GONZALO BRAVO (coordinador) (2001), Claves económicas y sociales de la transición al Medievo en Occidente, en Gonzalo Bravo (coord.): La caída del Imperio Romano y la génesis de Europa : cinco nuevas visiones, Madrid, Editorial Complutense, 159-207
- BROWN, P (1993), La antigüedad tardía”, en Ariès, P. y Duby, G. (dirs.): Historia de la vida privada, vol. 1, Barcelona, 229-303

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